La economía, la empresarial,
micro para algunos, se basa en un solo principio. Quedarse la porción de la
tarta más grande posible. La economía básicamente es una fábrica de riqueza, a
través de la producción, consumo etc. y todo lo que conlleva eso que se llama
flujo circular de la renta. Todos y sin excepción participan en la creación de
riqueza, trabajando, emprendiendo o el estado en su actividad económica directa
o indirecta (un sueldo de un funcionario por ejemplo, que se transforma en
consumo). A su vez todos y cada uno participa en el reparto de la tarta, de la
creación de riqueza global, vía salario, beneficios o impuestos. Cada uno
extrae del sistema esa riqueza hacia sí, consumiéndola luego en parte y ahorrándola
en otra. La capacidad de ahorro y consumo hace que se produzca una acumulación
de riqueza desigual entre los distintos agentes: empresas, familias y estado (y
dentro de ellas por su puesto, que no todas las empresas y familias son
iguales).
La característica básica es
que el elemento primordial, primigenio, de creación de riqueza es la empresa.
Básicamente a través de la plusvalía para los marxistas. Todo el mundo tenía
esto claro en la época del boom industrial, con lo que la lucha por tener cada
vez más trozo de tarta se basó en controlar aquello que era generador de
riqueza, la empresa, la fabrica, para regular lo que se vertía en la economía y
lo que se quedaba en propiedad el poseedor de la fuente de riqueza. No se
dejaba repartir la tarta desde el inicio. Esto era el capitalismo industrial.
Grandes fortunas de finales del SXIX y principios del XX se fundamentaros en la
creación de grandes empresas, de su control directo. De aquí la visión de
empresario/poseedor e incluso, gestor.
Con el afán de codicia, se ponía
trabas a que parte de la riqueza generada se escapase hacia el resto de
agentes. Básicamente a través del control de salarios, que muchas veces era de
subsistencia, y de la presión hacia los estados para que adoptasen una política
liberal basada en la no existencia de impuestos. De esta forma los dos agentes
económicos que no controlaban la fuente de la riqueza tenían muy limitado el
acceso a la acumulación. El pedazo de tarta que recogían estos agentes no propietarios
era lo justo para la subsistencia, y a veces ni eso, con lo que era imposible
ahorrar. La situación prolongada en el tiempo dio lugar a enormes diferencias
en la posesión de la riqueza. Una pequeña parte de la población tenía una parte
muy mayoritaria de la riqueza global y el resto subsistía.
Con ello se ponían los
elementos necesarios para un excelente caldo de cultivo de las revoluciones
sociales, típicas del SXX y fueron una de las causas importantes, aunque no la
única de las grandes guerras del siglo.
Al final de la segunda gran
guerra Europa estaba cansada, harta y……aunque parezca mentira, mucho más
igualada. Las fábricas habían ardido, el tejido productivo se había destrozado,
las grandes empresas habían desaparecido. Las que mejor aguantaron fueron las
pequeñas, las que menos podían perder, así que se regeneró la economía en base
a esa igualdad después de un desastre. Los años siguientes a la firma de la paz
fueron de gran actividad económica. Se pensó en los trabajadores no sólo como
meros inputs empresariales, sino como potenciales compradores, clientes. Se
cambió la mentalidad decimonónica respecto al trabajo y la empresa.
Y las personas que habían podido
esconder o guardar parte de su gran tarta a salvo después de la gran guerra
aprendieron una valiosa lección. Las tensiones hacen que lo puedas perder todo
en un momento. Así que se impulsaron varias ideas para no repetir una guerra
tan desastrosa en lo económico, plan Marshall, olvidar las costumbres de indemnización
a pagar por los vencidos, Comunidades Europeas….
Pero lo más importante que
se aprendió es a no ser el titular directo de algo que puede irse al garete. Y
se creó el capitalismo financiero, mediante el cual se deja a la clase media
que emprenda, son los que asumen el riesgo y el capital financiero presta,
financia ese emprendimiento. De esta forma no se es titular, en un momento
podemos vender las acciones y desaparecer del país convulso, se gana en coste
de oportunidad, ya que hoy puedes invertir en un pueblo de Orense, y cuando se
acabe la veta de la mina, venderlo todo e irte a por coltán al centro de
áfrica. Todo a un click gracias a internet. Mientras los orensanos estarán
tristes, atados a su tierra, el dinero puede viajar miles de kilómetros en un
segundo. No sin ningún riesgo, pero si minimizándolo mucho. Nació así el
capitalismo financiero y un nuevo proceso de acumulación desigual, esta vez,
basado en la velocidad de las acciones económicas, buscar un nuevo trabajo o
vender y comprar acciones de otra empresa. Se produce así un proceso de
acumulación en pocas manos de nuevo, pero esta vez, los culpables son opacos,
detrás de un ordenador, en un despacho, ajeno a la gestión y problemas de la
empresa de la que es accionista. Esto es lo que la diferencia de la otra etapa
de capitalismo industrial.
Además, el hecho de la increíble
velocidad a la que pueden ejecutarse las acciones de compra/venta en todo el
mundo, hace disparar la especulación. Se busca la rentabilidad en poco tiempo,
no apostar por una industria, no emprender. El gran capital no es emprendedor,
es especulador. Esto crea burbujas financieras al run run de una creencia o
rumor. Se aleja cada vez más la economía real de la economía financiera. No
importa que una empresa tenga beneficios para que suba el precio de las
acciones. Importa la creencia del futuro comportamiento de esas acciones para
ver reflejado hoy esas creencias en hechos. Se separa economía real de economía
financiera en base a una creencia, un posible escenario futuro. La economía se
convierte en una cuestión de fe.
Los propietarios del gran
capital no cometerán la torpeza de intentar actuar en la economía por ellos
mismos. No se arriesgarán a ser los propietarios de los medios de producción,
les basta con tener asegurados los frutos. Prestan a cambio de un futuro
reparto de la tarta. Aprendieron que los trabajadores son más útiles como
consumidores, pero en época de crisis, de menos beneficios, se hace recortar
sueldos para mantener la proporcionalidad del reparto.
Todo esto va enfocado a una
creciente desigualdad del reparto de la riqueza. En cualquier estadística puede
verse que es lo que ha estado pasando en los últimos años, sobre todo desde los
años 80, tanto a nivel de los propios países, como la comparación entre países.
(Hay un trabajo bastante bueno de UNICEF de agosto de 2012)
Es decir, cada vez los ricos
son más ricos y los pobres más pobres. Los poseedores de capital cada vez son
menos dueños directos de empresas y optan por préstamos, financiación y, en
último caso, acciones. La tensión social puede crecer exponencialmente y el “enemigo”
se ve difuso, como cuando se llama al servicio de reclamaciones de telefónica.
No es bueno fumar en un polvorín.
A todas estas, Alemania nos
promete prestamos para nuestras empresas, de manera que lo que se produzca aquí
revierta allí y lo de allí, allí. Que es otra forma de decir “lo mío para mí y
lo demás a repartir”. Sin duda estaremos muy contentos, porque la situación a
la que nos ha conducido este sistema hace que se acentué, aún más, el proceso
de concentración de la riqueza. Más aún cuando, en época cercana a las
elecciones, nos bajen los impuestos, no sin antes haber pagado la deuda, en mano
básicamente de bancos españoles, endeudados con bancos extranjeros. De esta
manera, cuando pase en vendaval, los bancos alemanes habrán cobrado de España lo
que se les debía, se habrán financiado gratis durante 5 o 6 años, y tendrán pignorados
los beneficios futuros vía préstamos que tan graciosamente se nos conceden. Y
todo esto sin perder la moneda única que beneficia sus exportaciones (y
nuestras importaciones, que pagamos con sus préstamos). Todo ello renunciando a
una actuación política en la economía al anular la posibilidad de economía monetaria,
secuestrada por el BCE, limitando la fiscal y prohibiendo por ley cualquier política
anti cíclica. Y ahora voten a quien quieran que ya lo tenemos atado y bien
atado. El proceso de concentración sigue en marcha. Todo ha cambiado para que
nada cambie, y las políticas sociales comunes europeas o lo mecanismos
automáticos de solidaridad entre países en casos de quiebras o dificultades ni
están ni se les espera.
Así que buenas noches y
buena suerte. Nos vemos en la siguiente explosión.
El origen primero de la riqueza sería el "trabajo", que por supuesto puede organizarse en "empresas", de forma que resulte más productivo.
ResponderEliminarMuy interesante la diferenciación entre economía "real" y economía "financiera".
En esta última podemos encontrar el origen de muchos de los males actuales. Para ser más concretos, en el escaso control que sobre ella se tiene.
Un saludo del Replicante
Cuando digo trabajo me refiero a trabajo asalariado, el trabajo organizado es una empresa por definición. Un trabajador aporta su trabajo (en valoración económica) al producto final. El "producto" creado es riqueza que se reparte entre el trabajador, en forma de salario y el empresario, en forma de beneficio. La empresa por lo tanto es la fuente de riqueza, que es quien organiza trabajo (ajeno o no) y capital (físico, humano o financiero) para conseguir ese producto final.
ResponderEliminarEse producto final tiene un valor (no confundir con precio) que es la suma de todos los aportes necesarios para su consecución, trabajo, capital (en sentido amplio) y organización. El trabajo asalariado es el ajeno, el dirigido por otro. La organización es imprescindible para la producción (aunque sea un solo autónomo). La organización es lo que define una empresa....ergo, la empresa es la fuente de toda la riqueza.
Simplemente porque es la que ordena, la que organiza. Evidentemente el trabajo ajeno, asalariado, formará parte del valor del producto final, pero es la empresa la que decide. Incluso decide producir o no, por eso hay paro. Además, tiene mas poder de negociación sobre las condiciones de trabajo(sueldos) por el simple hecho de que hay paro.
El trabajo solo es una fuente del futuro valor del producto, pero las empresas son las que deciden producto, costes, precios, producir esto, aquello, no producir. Son por tanto el origen de la riqueza, porque la crean, con inputs que recogen y organizan (entre ellos el trabajo).
Y no vengas con eso de que las empresas no deciden en el mercado que el mercado de competencia perfecta no existe en la realidad, por definición.